sábado, 20 de junio de 2015
Magostos y MAGOSTOS
MAGOSTOS
Montañas de Ancares noviembre 1950
Algunos cabezas de grandes familias en cualquier aldea, ej Porcarizas, de entre 100 y 200 sufridos vecinos , unas dos horas antes de la luz matinal, se calzan los zuecos ( hechos siempre en Villar por Domingo González ese gran galocheiro con raíces en Burbia) sobre los escarpines de la lana casera, aparejan con mimo sus caballos de carga con mantelo en sus lomos, las albardas con cincha , las alforjas parejas. para recorrer unos 4 km de estrecho y pedrero carreiro de cabras que , zizageando entre peñas el valle glaciar horadado por el río que nace allá en Tres Obispos, los conduce hasta el pueblo mas cercano y vecino (Villar de Acero)
Desde allí, saludados todos los vecinos familiares y deudos que a su paso les salen, siguen con su ruta , ya camino a La Villa, un camino de carro, lo cual agradecen guías y caballos a la vez que que dan cuenta éstos del almuerzo de paja o de hierba que aquellos parientes fraternalmente ofrecen.
Antes de enfilar una pista mejor, casi ya carretera, de Parada a La Villa, paran en la fuente que abastece a Ribón, (sombreada hoy en día por un sauce llorón) y se refrigeran con un cacho de pan de centeno y toucín, desayuno calórico, y regado con tragos de aquel vino de Prado conservado al frescor de la bota paisana .
Cubren pues los 10 ya livianos km que les faltan patear hasta la Villafranca, aquel día en su feria semanal de la plaza , previo un breve descanso en el riego en Valquente donde abrevan las bestias y llegan sin mas novedad a La Villa hacia media mañana y en pleno bullicio de mercado y de feria.
Luego de saludar a paisanos y amigos de los valles vecinos y luego de tomar un buen vaso en la casa cantina de Almerinda en la plaza, ya se van a mercar los enseres precisos para el diario trabajo en la aldea natal; unas nuevas galochas, a los bueyes mullidas y también unos nuevos tambores para asar las castañas injertas , pues los viejos están ya para jubilar.
Lo que no comprarán será leña y castañas que de eso no hay falta en las faldas del monte que rodea a su pueblo. Como tampoco compran varas de sacudir ni las talas flexibles, protectoras de pichos, pues de eso el labriego mas bien vende y no compra.
A eso de las tres, cuando empieza la tarde, luego de comer el buen pulpo gallego en las mesas de roble apostadas con tino en los alrededores de la gran Colegiata y de San Nicolás, emprenden el viaje de regreso a la aldea, ahora con los rucios ya cargados y en cuesta.
Mientras pasan las largas 4 horas de viaje de vuelta al hogar, en las que sólo harán una sola parada en la abierta cantina del tío Manolón antes de atacar el sendero de nuevo que los retornará a la aldea natal(24 km de vuelta en total, que aumentan dureza a partir de Villar) hablan del trabajo del verano, la siega del centeno, de la hierba en los prados, de apañar las castañas... todas esas labores hechas de sol a sol, y por siempre pendientes del capricho del tiempo.
Ese duro trabajo, a veces inhumano, esas mojaduras a veces a diario, ese frío inverna, , ese gran pelear con el carro chillón por los elementales escabrosos caminos desde las tierras fértiles arañadas al monte, hasta las corraladas , es lo que les hace , a la entrar de la noche, disfrutar del descanso al compás de las llamas del hogar ceniciento en aquellas cocinas familiares de tierra de las míticas casas con el céltico teito del centeno de entonces.
Allí, junto al calor de las llamas hipnóticas, sentados y juntos en escaños de roble, con la luz mortecina de gabuzos de urz, entre cantos autóctonos de juglares locales y que nunca faltaron por las tierras de Ancares, sin más gaitas que el ruido que hace el viento en las ramas del castaño vecino, cumplen con el rito anual del magosto entre deudos y amigos. Todos son del pueblo, puesto que, de aquella, era francamente imposible reunirse en la aldea las gentes de más lejos de pueblos y aldeas vecinas
Y mucho menos gentes de Castilla lejana , donde por entonces ni aún festejaban a sus héroes patriotas aquellos Comuneros víctimas de aquel gran emperador Carlos quinto alemán.
OTOÑO 2006
Productos para el Magosto moderno
Ahora a esa aldea, y al resto de las otras ancaresas vecinas, llegan en vehículos de muchos caballos, con músicos y otros personajes lejanos, foráneos y ajenos, con bebidas en latas y con otros útiles al uso, a fin de festejar los magostos locales.
Es de suponer que entre víveres de super, no falten castañas y que sean de no lejos ( que serán ancaresas en el último caso) en número al menos igual al de asistentes nativos . Pero en cualquier caso, si son jóvenes ellos , mejor están así que tonteando en las discos ciudadanas y progres entre porros y güisquies , calimochos y mentas.
Y los constituidos en familias recientes, posmodernas o antiguas . también están mejor, en los montes de Ancares, que por esos mesones decorados en viejo y clientes vestidos con harapos ajados, a la última marca, donde algunos se dejan los últimos restos de la visa del mes .
Pero aquel sabor único , aquel pedazón de magosto de antes, tengo para mí, que tuve el privilegio, junto a otros nativos , de haberlo vivido en directo y en serio, para mí tengo, que es más imposible de alcanzar hoy en día, que la gran mayoría a, que ambiciona como sea (aunque hubiera otro 11m previo a las elecciones) ZP en la siguiente cita electoral para la presidencia del Gobierno de España, o lo que quede de ella, que será más bien poco, a este paso que vamos.
Porque para ello, para un cierto vislumbre de lo que era el magosto por los valles de Ancares, habrían de dejar sus potentes vehículos de sobrados caballos, sus manías y resto de “karmas” inútiles, culturales rémoras de hedonismo adquirido al crecer en la época de nuestras vacas gordas; aprender el gallego del país ancarés (muy poco que ver con el artificioso oficial de Galicia ) y pasar un año por lo menos, entero, en cualquier aldea de las antes perdidas (quizás podría ser admitido sólo un manual simple de supervivencia, junto a un botiquín, puesto que de los remedios de antes ni dios se acuerda ya) arando las searas al románico modo, , abonando obligado a lo auténtico ecológico, sembrando con las manos recogiendo cosechas doblado el espinazo 12 horas seguidas, sin olvidar tampoco la matanza y las majas centeneras serranas , para luego poder llegar a gustar, llegar a sentir la paz reparadora en su punto y su salsa, y el calor auténtico del magosto a finales del otoño ancarés, a la luz romántica de la Luna (antes virgen) en los valles de Ancares.