Ciudadanos y el nacionalismo español
Albert Rivera es antinacionalista en sentido amplio. Es un catalán patriota español.
José García Domínguez


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Entre el nacionalismo hegemónico catalán y el nacionalismo residual español la única diferencia significativa reside en que el uno es fuerte hoy y el otro débil. Intelectualmente, sin embargo, resultan idénticos, tan idénticos e indistinguibles como los colores de sus banderas. Y es que quien en verdad mora en las antípodas de cualquier nacionalista es un patriota, no otro nacionalista. Y Ciudadanos se quiso desde el primer día un movimiento patriótico, por tanto, ajeno al espíritu nacionalista, empezando por el español. Conviene al respecto no confundir los significados de dos voces, regeneración y regeneracionismo, muy utilizadas, acaso en exceso, en la reyerta política de nuestros días. No se olvide que precisamente ese último, regeneracionismo, es el nombre común que adoptó el nacionalismo español posterior a la crisis del 98.
Regeneración, pues, toda la que haga falta. Regeneracionismo, cuanto menos, mejor. El patriotismo es afecto por lo propio tal como es y siempre ha sido, aceptándolo en su muy heteróclita diversidad. Nada que ver con el afán obsesivo de todos los nacionalistas por construir identidades colectivas según el molde de su particular e intransferible cama de Procusto. Un patriota español es alguien que reconoce al instante a España cuando escucha al coro de la escolanía de Montserrat cantando en catalán. Porque justamente eso es España. Y quien lo niegue está negando a España. Ya olvidado por todos, hubo un instante a principios del siglo XX en el que el catalanismo germinal tuvo una cierta idea de España, la Espanya gran. Paradojas de la Historia, la España moderna, eficiente, honesta, próspera y responsable que entonces no pudo ser es la misma España que, cien años después, otros catalanes están dispuestos a impulsar. Ahora, en el instante de los patriotas.