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sábado, 21 de marzo de 2015

Prohibido prohibir





Es un dogma comprobado a diario que cualquier español, digamos p.e. vilarego, que vaya a vivir a  Madrid, al día siguiente es ya madrileño. No hay discriminación por razón  de nacimiento allí en el centro de las Españas, en la capital quizás más cosmopolita hoy del Reino. No hace falta esperar 10 años como en otras partes, ni certificar que se poseen docenas de apellidos de raza.

Siempre me produce cierta extrañeza que hoy día en que los adelantos en todos los órdenes parecen irreversibles, haya aún rincones del mundo civilizado en los que unas minorías radicales que se dicen de izquierdas,  y también otras de derechas no  menos radicales , nacionalistas de medio pelo en general, se atribuyan la exclusiva de repartir títulos de ciudadanía: Catalanes de primera, de segunda y de tercera; vascos de idem y ahora gallegos de idem. Y dentro de esa fauna me consta que abundan abrumadoramente oportunistas nada oriundos tipo Carod Pérez, más papistas que el papa .

Otros no contentos con atribuirse la legitimidad de lo bueno y de lo malo, siempre que afecte a miembros de su correspondiente grupo partidista, se permiten también discutir la posesión de inteligencia a los nada oportunistas que no comulgan con lo sectariamente establecido. Así tenemos que cuando álguien niega esta cualidad a un 70 sobre 50 de coeficiente certificado entre el colectivo de su nivel de formación, debemos pensar que ese álguien debe alcanzar los 200% al menos. Eso sí, sin demostralo hasta ahora de forma fiable y fidedigna of course.


Y si además, se le prohibe  al descalificado  la oportunidad de ilustrarse convenientemente con su nutricia y sublime conversación (bloqueo) entonces esos álguien deben superar con creces a un Einsten sin duda alguna.

Ahora que va siendo patente  quienes tienen la  ídem  de la vilareguidad de mi pueblo natal (entre los que se encuentran hasta no nativos) sólo nos queda a algunos la esperanza de que no nos excluyan, no de sus muros, de los que absoluto aspiramos a ser partícipes ni poco ni mucho ni nada, sino de mi lugar chico de nación y que, pecando quizás de universalistas llevamos, sin embargo, de forma totalmente desinteresada, sincera y desde siempre, en el corazón.

Y que esta "pasa prohibitoria" -aunque fácilmente burlable-  y hasta diría que micronacionalista de vacas sagradas, de formar y pertenecer a grupos excluyentes que no acepten la legitimidad de opiniones inofensivas (si bien  casi siempre fuera de los estándares de la corrección política)  no llegue a epidemia y  pase pronto con viento fresco, por el bien nuestra cultura y civilización occidental (la menos mala, al menos en mi-pese a los segregacionistas-  siempre libérrima opinión) por el de ellos y el de todos.