
En Villar de Acero, la gente sale toda a recibirnos a la calle. Somos los primeros que llegamos desde que, hace una semana, empezaran las nevadas. El pueblo es grande, con escuela y varios niños andan ahora tirándose bolas de nieve entre las casas. Las mujeres posan para las fotografías con una extraña mezcla de coquetería y desconfianza. En la penumbra secular de una palloza, Baltasar y Juan -que se quedó mudo de un miedo y muestra un gran bolsón de bocio en la garganta- comen el caldo junto al fuego como dos esfinges impasibles e hieráticas. Los dos han rebasado ya la frontera de los 80 años viven solos en la palloza con un tercer hermano que ahora está en la cuadra con las vacas y tienen la suciedad, el raquitismo y la miseria metido en lo más hondo de su alma. Nadie que allí les viera podría asegurar jamás que eso es España.
Raúl y el demonio
En la cantina de Villar de Acero el pan es ya manjar insospechado. Hace días que se les ha acabado. Una televisión vieja, apenas perceptible, está ofreciendo justamente información sobre los pueblos aislados por la nieve en toda España.
Ara da Pedra es el último hito en nuestra ruta por el nevado corazón de los Ancares. Desde Villar de Acero, el Land-Rover ha tenido que bajar, hundiendo las cadenas en el hielo, por una senda casi vertical que llega hasta la misma orilla del río Burbia. El pueblo está encajado en la cortada, hundido en lo más hondo del barranco, al amparo feroz de las montañas. 30 o 40 casas que apenas ven el sol durante 10 meses al año. Justo los meses que aquí ha de pasar aislada la maestra, Felisa, una joven leonesa que, cuando nosotros llegamos a la aldea, sale en el Jeep de Enrique -el único vehículo que hasta ahora nos encontramos- para tratar de llegar a. Villafranca y, de allí, en el autobus, a la capital de la provincia y a su casa.
Raúl es el último de Campo del Agua, la braña que los vecinos de Aira da Pedra poseen en el monte para llevar las vacas en verano. El es el único que allí sube todavía y el que pasó completamente solo, con María, su mujer, tres meses aislado por la nieve durante el pasado año. Este invierno han bajado a Aira da Pedra, en Nochebuena, y ya no les cogeran arriba las nevadas. Tres; y cuatro metros de espesa nieve blanca que sepultan las casas y bloquean las puertas e impiden ver la luz y el cielo durante dos o tres semanas. Raúl lo recuerda. todavía con espanto. "Cuando yo estuve solo allá arriba un invierno, en Campo del Agua, él, ese", Raúl jamás pronunciará el nombre maldito, "entraba por la noche en la palloza y se me tumbaba encima y me dejaba coiripletamente inmóvil, sin respirar siquiera, hasta por la mañana. Yo le oía entrar y me ponía de lado y entonces no podía hacerme nada. Pero, por la mañana, veía las pisadas en la nieve de los lobos y sabía que él, ese, había estado rondando toda la noche la palloza y la puerta de la cuadra de las vacas".
Julio Llamazares